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"Ocho millones de dioses" - David B. Gil

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Hace unos años leí “El guerrero a la sombra del cerezo”, una novela que se convirtió en una de mis mejores lecturas del año. Tenía claro que seguiría leyendo más cosas de su autor, David B. Gil, y por eso hoy os traigo la reseña de su última publicación: “Ocho millones de dioses”

Éstas son mis impresiones

Ficha técnica

Editorial: Suma
Páginas: 624
ISBN: 9788491293620



Sinopsis

Un hombre de fe obligado a desentrañar los más terribles crímenes, un joven samurái erigido en su protector, un viaje a través de un país castigado por siglos de guerra.

Toledo, 1579. El padre Martín Ayala recibe la inesperada encomienda de regresar a Japón -el país donde se formó como sacerdote y misionero- diez años después de ser apartado de la misión por su relación ilícita con una joven japonesa. Alguien está asesinando con ritual crueldad a los padres cristianos en dichas costas. Ayala, considerado el máximo conocedor del idioma y las costumbres niponas en el seno de la Iglesia, deberá desentrañar las razones que se ocultan tras estas muertes.

Japón, año 7 de la Era Tenshô. Kudô Kenjirô, hijo de un samurái rural, es elegido para una ingrata labor: proteger a un extranjero llegado con la intención de investigar unos crímenes inciertos. Kenjirô pronto descubrirá que fuerzas extrañas conspiran para que el visitante no lleve a buen puerto sus pesquisas. Juntos recorrerán un Japón devastado por la guerra y emponzoñado por las conspiraciones. A medida que el jesuita se reencuentra con su pasado, el curso de la investigación se desvelará fundamental no solo para la pervivencia de la cristiandad, sino para el propio futuro del país.

Impresiones

La novela comienza en el año 1579. El padre Martín Ayala, jesuita de Toledo, recibe una misión: volver a Japón (país en el que estuvo destinado como sacerdote y misionero) para intentar descubrir quién está asesinando sacerdotes En diferentes encomiendas de las costas, varios jesuitas han sido salvajemente asesinados. La orden considera que Ayala, conocedor del idioma y la cultura japonesa, es el más indicado para moverse por allí.

Así que, tras un larguísimo viaje, llega a Japón. Allí se le asignará un protector: un joven samurái rural llamado Kudô Kenjirô. Juntos recorren el país, de encomienda en encomienda. Un país con guerrillas internas constantes.

Vaya por delante que la cultura japonesa no es la que más me llama la atención, ni la actual ni la del pasado. No me disgusta pero no es un país al que viaje literariamente con preferencia respecto a otros. Y, sin embargo, tanto con la anterior novela como con esta he disfrutado mucho con una historia tan bien armada y que tanto me ha enseñado.

Para empezar, me ha gustado mucho conocer la labor de los jesuitas en Japón. Desconocía totalmente que la orden fue allí en misión evangelizadora –el propio san Francisco Javier lo hizo- y que hubiese habido una comunidad cristiana tan importante en el siglo XVI tan allende los mares. He aprendido mucho con esta lectura, sobre este tema que acabo de mencionar pero también sobre muchos más. De nuevo, David se revela como un gran conocedor de la cultura antigua japonesa. Se nota que hay un ingente trabajo de documentación detrás de esta novela. No obstante, el autor tiene el acierto de trasladarnos todo ese conocimiento de forma amena y sencilla. A pesar de ser una cultura tan diferente a la nuestra, a pesar de que utilice unas cuantas palabras japonesas, acabamos el libro habiendo aprendido muchísimo del Japón feudal de forma sencilla, sin esfuerzo, sin habernos dado ni cuenta. Y, encima, poniéndolo en contraste directo con la Europa occidental y, más en concreto, de los españoles y portugueses.

Será un narrador omnisciente quien nos irá contando los entresijos de la historia. Lo hará poniéndose en la piel de sus dos protagonistas: el padre Ayala y su samurái. Ambos me han encantado. Son dos personas muy diferentes que consiguen encajar. Es verdad que el sacerdote tiene una mente abierta –bastante diferente de sus compañeros de orden- y que conoce y respeta la cultura japonesa. Pero el samurái jamás había conocido a un extranjero, y menos a un religioso, y las confrontaciones de ideas son inevitables. Y, no obstante, llegan a respetarse profundamente y a mostrarse mucho aprecio. Tanto como les he acabado cogiendo yo pues ambos me han gustado muchísimo.

Pero no sólo están ellos. Es una novela extensa (más de 600 páginas) por lo que por ella pasa un buen número de personajes. Por ejemplo, Igarashi, un personaje que da muchísimo juego por sus peculiaridades. O dos mujeres que tienen un papel muy destacado en tareas que en Europa en ese momento se considerarían masculinas y que estaban vedadas a las mujeres (lo que indica que en este aspecto estaban más evolucionados que nosotros)

La novela transcurre a un ritmo medio. Hay bastante diálogo y la prosa del autor, tan cuidada y precisa como sencilla de leer, hace que sea muy sencillo acompañar a los protagonistas en su viaje. Por ponerle un “pero”, sí que he notado que en algunas ocasiones el ritmo se desacelera. Aunque es posible que sea una percepción solamente mía porque ha solido coincidir con escenas de guerra y no soy muy dada a ellas; quizás esa haya sido la razón de que algunas se me hayan hecho largas. Pero, por lo demás, a pesar del exotismo de la cultura y del lugar en el que transcurren los hechos, lo cierto es que es un libro fácil de leer.


Conclusión final


“Ocho millones de dioses” es una gran novela situada en el Japón del siglo XVI. Una novela en la que hay intriga, guerra, espías, traiciones, asesinatos y una preciosa amistad entre un jesuita y un samurái.



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